Corría el año
1992 cuando Villacarrillo se vistió para su primer Belén Viviente con unos
ángeles anunciadores espeleólogos rapelando desde el Campanario de la Parroquia
de la Asunción. Blas y Antonio eran los elegidos, entre las fotos antiguas
puedo ver a Fran, Cristóbal y Claro formando parte del equipo, y cada año nos
recuerda Antonio que por aquella época no habían descendido verticales tan
grandes y les supuso un auténtico reto. Usaron varios anclajes naturales a las
estructuras de las campanas y clavaron varios anclajes de los clásicos “spits”.
11 años más
tarde el GEV decidiría, en sus Jornadas de Divulgación de la Espeleo anuales,
volver al Campanario para realizar una exhibición de las técnicas de progresión
vertical con su nueva cantera de jóvenes. Por aquel entonces, Toni fue el
atrevido en descolgarse a la cornisa y clavar los primeros anclajes “parabolts”,
de la mejor forma posible y con los medios de los que se disponían.
Ya en 2015, 23
años después, se repetía la construcción del Belén Viviente y como no, los
ángeles serían espeleólog@s. El éxito fue rotundo y se ha venido repitiendo con
algunas innovaciones durante estos años hasta el presente. Hoy, 23 de diciembre
de 2018, se ha instalado el Campanario como nunca para el próximo 29 de
diciembre que se celebrará otro Belén Viviente cargado de ganas e ilusión.
Nuevas vías de descenso, nuevos anclajes “pulse”, modernos anclajes “roscapiedra”
y un proyecto cargado de espectacularidad.
Hoy os hablo
de forma personal:
Hemos desayunado churros en lo de “la Yoli y
la Eva” como es costumbre en este día, y pocas éramos las personas a trabajar.
Mucho material para subir allí arriba y muchos nervios, es un respeto rotundo
que cada año nos emociona vivir. Tras las largas escaleras de caracol de la
torre, llegamos agotados, quizás nos puede el llegar cuanto antes más que
tomárselo con tranquilidad. Descargo el material en el suelo y allí volvemos a
estar… aún veo los spits del 92 y con añoranza me siento orgulloso de que,
aquellos compañeros me enseñaran a subir y bajar por cuerda, a ponerme el arnés
y colocarme los aparatos, están algo oxidados pero resisten, siento que ese
sentimiento sigue vivo solo con ver esos viejos anclajes, y a la vez nos veo en la responsabilidad de instalar algo difícil, pero no importa porque de Toni hemos aprendido mucho en este aspecto.
Organizo un poco el tema de repartirnos
Fátima y Antonio Rodríguez por un lado, y Juanjo y yo por otro, para agilizar
la laboriosa instalación. Al separar el material y tirar cada uno por su parte,
me paro a pensar… Fátima va a instalar un pasamanos que rodea toda la torre con
más de 30 anclajes, cabeceras, nudos diferentes, roces, y sin su Antonio me
decía anoche que no lo montaría, que le da seguridad, con lo nervioso que me
pone este zagal. Ni siquiera lo voy a revisar, hay que ver lo que confío en
ella, en ellos, en que va a estar perfecto y nadie lo haría mejor. Pasado un
tiempo y desde más altura que ellos, los localizo en los parabolts de Toni del
2003, con ciertos problemas, y es que, esa cara solía instalarla yo estos años porque
sé lo que hay, y lo que hay es una instalación inmejorable, pero realizada
desde otra perspectiva distinta, lo que condiciona nuestro proceder. Aun así,
se supera el trance, y proseguimos con la tarea.
Antonio desde abajo con el walkie
preguntando todo e informando de todo, lo suyo es controlar, y es que, aunque
esté a 30 metros de altura en el suelo, nos transmite confianza, seguridad,
simplemente con estar, es nuestro guía. Él espera su tarea de recibir cuerdas y colocarlas para
que el espectáculo del sábado próximo salga lo mejor posible.
Por otro lado, Juanjo y yo hacemos una
escalada artificial para instalar las nuevas vías, y entre bromas y risas
ninguneando a Juanjo y éste cabreándose, conseguimos terminar algo impensable
hace años…
Tras salvar los diferentes contratiempos,
los ángeles hacen una prueba como toma de contacto y damos por finalizada la
difícil instalación de esta jornada.
Hemos empleado 1.100 metros de cuerda, 60
anclajes, 120 mosquetones, cintas, repartidores de carga, disipadores,
antiroces, y diverso material de instalación para coronar un descenso de
ángeles único.
Pasa el tiempo y “la Torre de la Iglesia”
sigue siendo como ese lugar que conserva la esencia del GEV: historia, evolución,
técnica, amistad, en ciertos momentos estrés y enfados, pero alegría y
bienestar al mismo tiempo. Que suerte tengo de teneros a mi lado en estas
aventuras… Las campanas siguen dándonos la lata más de la cuenta, pero aun así,
seguiremos manteniendo esa llama intacta que unos locos iniciaron hace ya 40
años…
El próximo 29
de diciembre os esperamos para que disfrutéis del Belén Viviente con el
descenso de nuestros ángeles espeleólog@s.
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